Con tintes revanchistas, el director administrativo del Instituto de la Cultura y las Artes de Quintana Roo, Gustavo Cruz Argueta, despidió al menos a un modesto empleado chetumaleño de confianza que hacía los preparativos para cerrar el año.
𝐋𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐨𝐝í𝐚 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐫𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐢𝐝𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐡𝐮𝐦𝐢𝐥𝐝𝐞 𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐬 𝐦𝐨𝐫𝐫𝐚𝐥𝐥𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐠𝐫𝐚𝐧 𝐛𝐨𝐥𝐬𝐚 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐮𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚𝐥 𝐝𝐞𝐥 𝐈𝐧𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐨 𝐝𝐢𝐫𝐢𝐠𝐢𝐝𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚 𝐜𝐡𝐞𝐭𝐮𝐦𝐚𝐥𝐞ñ𝐚 𝐋𝐢𝐥𝐢á𝐧 𝐕𝐢𝐥𝐥𝐚𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐂𝐡𝐚𝐧, quien ha dejado hacer y deshacer a Cruz Argueta, su capataz de absoluta confianza.
El alma negra de Gustavo Cruz Argueta lo impulsa a cometer este tipo de atropellos contra chetumaleños que piden lo básico: trabajar, porque los empleos no se dan en maceta en nuestra capital.
En otro flanco, 𝐞𝐥 𝐝𝐢𝐫𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐏𝐚𝐭𝐫𝐢𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨 𝐂𝐮𝐥𝐭𝐮𝐫𝐚𝐥, 𝐅𝐞𝐥𝐢𝐩𝐞 𝐎𝐜𝐭𝐚𝐯𝐢𝐨 𝐋𝐞𝐲 𝐋ó𝐩𝐞𝐳, 𝐡𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐞𝐫𝐭𝐢𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐮𝐧 𝐂𝐞𝐫𝐞𝐬𝐨 𝐚 𝐥𝐚 𝐁𝐢𝐛𝐥𝐢𝐨𝐭𝐞𝐜𝐚 𝐏ú𝐛𝐥𝐢𝐜𝐚 𝐂𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐥 𝐉𝐚𝐯𝐢𝐞𝐫 𝐑𝐨𝐣𝐨 𝐆ó𝐦𝐞𝐳, ya que con mano dura ha obligado al personal bibliotecario femenino a soportar al pie del cañón sin energía eléctrica, por los frecuentes cortes programados en el primer cuadro de la capital.
Pero que soporte la tropa, porque los mandos se desplazan a otras instalaciones con aire acondicionado. Faltaba más.
𝐄𝐬𝐭𝐞 𝐜𝐥𝐢𝐦𝐚 𝐞𝐧𝐯𝐞𝐧𝐞𝐧𝐚𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐜𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐁𝐢𝐛𝐥𝐢𝐨𝐭𝐞𝐜𝐚 𝐦á𝐬 𝐬𝐢𝐦𝐛ó𝐥𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐜𝐚𝐩𝐢𝐭𝐚𝐥 𝐬𝐮𝐟𝐫𝐚 𝐮𝐧 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨 𝐥𝐚𝐛𝐨𝐫𝐚𝐥 que ha detonado enfermedades en más de una empleada, a causa de la permanente tensión que flota en el ambiente.
Gustavo Cruz Argueta y Felipe Octavio Ley López ya hartaron al personal bibliotecario que lanza un SOS.